Corolario

He transitado mi vida profesional como actriz y como docente indagando  acerca de la génesis del impulso creador del actor, intentando focalizarme en ese punto de partida, esa fuerza, ese trampolín para la expresión artística del cuerpo en el espacio, tanto en los ensayos como en las funciones. 

Confrontar la propia experiencia con la de los destacados artistas entrevistados, me ha permitido constatar la diversidad de posturas y respuestas a las preguntas formuladas sobre el tema

He podido reflexionar acerca de las distintas motivaciones y necesidades de la comunidad teatral  para acometer el hecho teatral, lo que, inevitablemente, también repercute sobre la forma y manifestación de ese impulso creador.

Pude a través de ellos comprender que, además de sus propios recuerdos, el impulso creador, que es físico, puede ser estimulado hasta por la memoria de la especie que llevamos con nosotros.

Porque llegado el caso hay quien se lanza a la arena teatral con el fin de llevar a cabo una profunda investigación artística y personal, pero también  hay quien  lo hace para satisfacer su ego, para exhibirse o para cumplir con la orden de un director.

Con motores diversos e incluso antagónicos de acuerdo a todo lo visto a lo largo de este trabajo, los teatristas estimularon el Impulso Creador desde puntapiés iniciales de tipo racional, o a partir de búsquedas de imágenes que provoquen emociones; a partir de impulsos físicos o de provocaciones de compañeros o de un director; a partir de un entrenamiento pre-expresivo o expresivo; de necesidades de exhibición personal; de la necesidad de construir un personaje en tiempo y forma, etc.etc.

Y, también, a partir de la nada. Simplemente, a partir de nada.

Finalmente el misterio: la nada. Lo que equivale a decir el todo.

Concluyo en que el origen del impulso creador es misterioso y que tiene que ver con lo complejo e inefable de la conducta del ser humano.